UN MENSAJE IMPERIAL ...Por Kafka

El Emperador, según dicen, te ha enviado un mensaje precisamente a ti, el más miserable de sus súbditos, a ti, que no eres más que una sombra que huyó lejos, persuadido de su insignificancia ante el sol imperial; justamente a ti el Emperador ha enviado un mensaje en su lecho de muerte. Le ordenó al mensajero que se arrodillara junto a él y le dio su mensaje en el mayor secreto; tanta importancia le atribuía que hizo que se lo repitiera, también en secreto. Después manifestó su aprobación con un simple movimiento de cabeza. Y ante el enorme gentío congregado allí para presenciar su muerte (todos los muros que podían interceptar la vista habían sido demolidos y los grandes del imperio formaban círculo sobre la enorme escalinata) le ordenó al mensajero que partiera.

El mensajero se pone en marcha de inmediato. Es un hombre fuerte e incansable y se abre paso adelantando ya un brazo, ya el otro, a través de la muchedumbre. Cuando tropieza con un obstáculo, se hace sobre el pecho el signo del sol. Nadie puede avanzar tan fácilmente como él, pero la multitud es muy grande y ocupa un espacio infinito. Si tuviera el camino libre, haría su viaje en un vuelo y pronto escucharías su glorioso llamado en tu puerta. En cambio, sus esfuerzos son vanos; aún sigue abriéndose paso a través de los salones del palacio central. No terminará nunca de atravesarlos y aunque terminara, no habría adelantado demasiado porque tendría que luchar a brazo partido para bajar la escalinata y aun cuando lo lograra, tampoco eso significaría mucho, porque aún debería cruzar los patios y después de los patios, el segundo palacio que rodea al principal, y después otras escaleras y patios y nuevamente otro palacio y por más que hiciera, continuaría avanzando con dificultad durante miles de años y cuando por fin, traspasara el umbral de la puerta del último palacio (lo que es imposible) todavía le faltaría atravesar la capital, el centro del mundo, donde los residuos se acumulan portentosamente. No, nadie podría cruzar la capital y menos, llevando el mensaje de un muerto. Y sin embargo, sentado al caer la noche junto a tu ventana, insistes en imaginar cómo se acerca y simplemente esperas.

BOLICHE ... por Gonzalo Millán

Me quedo en casa
mientras mi mujer trabaja.
Soy el dependiente inválido
-el pelo hasta los hombros-
de un boliche en banca rota.

La poesía pesa como una joroba.
Bajo su peso echo a caminar
estos versos que no me sustentan
ni a mí ni a nadie y apenas
me sirven de muletas.

Fío mi poesía y nunca me pagan
Iluso, espero el pago de Chile.

SEPTIEMBREIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII... por Tito Tedio



Y te vas desperdigando palabras por la ancha costanera de septiembre.

Y miras la espuma del seno de Reloncaví y escupes las rocas enlodando los recuerdos.
Y te paras de manos y esperas que te soben el lomo, para sacarte el frío que corre en tu
vertiente.

Y esperas como estatua de sal carcomida por el viento y el agua del sur.
Y te retuerces frente a los trenes esperando clemencia y lloras y gimes por alguien que
ignoras y no llegó, y pisas las hojas secas de la estación y esperas en silencio, y besas
los vidrios de los vagones, y quieres impregnarte el aroma a ese viaje para siempre y
quieres ser todo en todas partes.

Pisas tu llanto amargo en los cielos grises. En los rieles de tu conciencia.
Y recuerdas la tierra caliente de San Pedro, y lloras por no tener recuerdos, y sufres por
haber vaciado el alma en la carretera, y en la amargura te sumerges pensando en
paraderos/casas infestos de heces.

Y caes, caes, caes. Y te aferras a las patas de las mesas. Y te duermes en un halo
galáctico, y te sumerges en la magia báquica de biografías añosas inmoladas en palabras
mal pronunciadas.

Desde la cuneta del frente lees oblicuamente “Mirasol”, y te acuerdas de sabores y risas
destempladas, y se te viene a la cabeza Castro, Cochamó o Victoria. Sobre el pavimento
húmedo, mojas tus labios, escuchas balbucear el himno a dos cuadras de tu cabeza y en
un minuto, transcurren 60 años de historia.




LA LUZ DE UN BAILE... por Fabricio Miranda

Vi luces, noches, y callejones… seguí

Una ciudad más y otra.
Vi lo que podía y lo que no podía ver,
Lo irreal y eso que llaman real.
Y seguí caminando,

Pasa que ese fuego me lleva a caminar,
hacia un baile con mi ángel.
Mientras, bailaré con rubias perlas,
divinas figuras de cuerpos letales
oscuras e intrigantes de rostro albo,
Rojas de sangre
y azules ojos de encaje.

Tengo ese ángel que me espera,
y un baile por concluír.
Es como una Eva que habita en un jardín
Ese lugar marcado en mí
La brisa me trae su voz
Ella dice con su mano en mi cabeza

No hay nada que temer
Aquí te espero
Y brillarás como una estrella

No hay nada que temer
Sigue tu camino y ya llegaras
Y brillarás como una estrella

Y bailaremos una danza infinita.

PICÁ DE VIHUELA ...por Javiera Miren

a Violeta


Así como animales
pensábamos en gritos,
en gemidos,
nos tragamos la tierra
sin bostezar
vomitando el sentido
como piedras y tumbas
escupiendo el cadáver
de un volantín que colgaba
del alumbrado público,
entre cables viejos,
muertos.

Abre sendas,
una herida
un árbol,
lleno de voces,
de pájaros y flores
es el único instrumento
que sale de la tierra
y sigue sonando
sin la mano
sin el cuerpo

Solo

navegando sin entrar
en la madera del roble,
buscamos la mariposa
que se comió tus huesos
cuando la miseria jugaba
al trompo, a las bolitas
con la humanidad.

Niña salvadora de pájaros,
si tus pies desaparecieron al viento,
déjalos correr,
si tus manos yacen semilla bajo tierra
déjalas crecer.

Y haz estallar tu voz con las piedras
de la locura,
en tus venas arpilleras
palpita el ritmo endemoniado
de este fragmento prestado de patria
de este pedazo de lana roja
colgando del mapa
llamado
chile sangriento
chileno muerto

De

sa

pa

re

c

ido

LARGA VIDA A TUS MANOS

a Berni Parada

Largos y delgados caminos se tejen en la palma chilena
Raíces y cicatrices de un talento forjado en colores
Tus dolores purificados en razón y risa firme
Bailando por mi cuerpo en flamas
Me llevan a la ruta de tu arte
Y contemplarte sobre las luces en que posas
Genera sobre mis poros las gotas
El azul intenso, la marea que vibra en tono inmerso
Las músicas de un sueño que caen como lluvia refrescante a primaveras
Son tus flores en mis venas
Recorriendo nuestros cuerpos tendidos en la cama
La siesta de los astros nuestra mejor fiesta
En luna espesa acariciados
Los suspiros de un tornado

Anoche calenté tus manos frías y las bese hasta el letargo
Pensé en inmortalizar esas palabras
El índice, pulgar de un corazón que admiro
Y me sienta estupefacto a tan sólo mirarte en tu en el guiño de tu ojo
Hacer lo que te gusta
Pequeña diosa de mi rostro
Larga vida a tus manos
Juega con los planos, crea las ciudades
Tócame, revíveme
Vuélveme la obra de tu vida

RECUERDOS TUYOS VALPARAÍSO QUERIDO... por Fabricio Miranda


Abrí las ventanas y vi un cerro, casas colgando y un puerto
Abrí mis ojos y no te encontre o al menos no eras tú
Pasa que quería ver casas viejas, gaviotas y perros mojados.
Tan sólo encontré balcones de miles de dolares.
En el exterior el viento no abrazaba como el tuyo.
Y aunque sé, que allá abajo del cerro encontraré bares
No hallaré al Cinzano, ni la casa del poeta de voz quebrada
Me sentí estafado, la similitud del lugar se mofó de lo ingenuo
Tan sólo veo un mar calmo, sin furia y la furia es vida
Vida que tú regalas puerto querido, puerto viejo y triste
La tristeza es vida y es alegría y es melancolía hecha sonrisa
Sonrisa que dibujo en mi boca que te canta y que te llama,
Que vocifera el nombre de tus cerros, cerros que anhelo
Cerros de carcel, de victoria y de alegría,
No quiero éstos, no los conozco y son vanales,
Se sienten mejores al tener casas firmes, majestuosas,
Calles limpias y sin murales , ni pinturas,
Por lo tanto sin alma, no las quiero , ni quiero estos cerros
Quiero los míos con papeles, perros, choros y música
Quiero tus calles y tus cerros Valparaíso
Los peligrosos y armoniosos, los sucios y pulcros
Los de poesía, los de borrachos e intelectuales.
Desde la lejanía donde me encuentro te grito
Te llamo, y te digo tú eres el más grande puerto
Donde la vida y la muerte pasó por tus calles
Calles que lloraron de miedo y tristeza cuando la tierra fue herida
Calles que lloraron de emoción cuando la alegría vino
Y las flores volvieron a crecer y la paz regreso de su exilio
Por eso te respeto , por tu silencio y paciencia
Mientras estos cerros donde estoy comentan tu historia
Desde Wellington te prometo volver algún día
Cuando vuelva a respirar tu brisa querida.

Fabricio Miranda, Wellington NZ