La Cantante Alma por Ismael Araya Díaz



El testimonio de una hormiga puede ser constante y terrible a la vez, el gran canto hacia los ancestros, maestros de un tiempo eterno sobre la faz, el subsuelo y lo de arriba.
Decidì salir sin mùsica ni libro, con eso asegurè que el orden de las cosas favoreciera mi estìmulo de acciòn. Caminè con los 700 que tenìa, y un poco màs que saquè del cajòn del velador para una sopaipa. 900. Alcanza pa' la Bip.
En el paradero subì al tiro, no tenìa plata en la tarjeta y era cuestiòn de rutina pasarla, fingir con tal que te lleven al metro.
Dos paraderos y aparece. En Santa Rosa sube la rosa con un Cuatro. La vi una vez que venìamos del Unimarc con la Edith, ese dìa tocò la Zampoña y tenìa unas semillas en los talones que golpeaba contra el suelo falso de las micros retumbando como los càntaros rotos de tanta gotera, mas sus ojos, celestes. No es que crea en la convenciòn de la belleza caucàsica ni mucho menos, pero a esos ojos sòlo le hacian falta nubes para hacer mundos, agradecidos. Cuánto daría por ver sus lágrimas, no por crueldad, es que esa imagen debe ser como la lluvia en la cara de un llanto sureño, el volcamiento de un barco tras el paso de la ballena blanca, o el mismo llanto de la ballena blanca sorprendida en el puerto... Mi madre interrumpiò su soplido para darle una moneda. Yo miraba atònito y por primera vez no quise bajar de una micro llena, querìa quedarme ahì, ver su esencia de mùsico del alma.
¿Y subir con un Cuatro esta vez?
...es algo de lo que un verdadero hombre no puede escapar, incluso, cambiè mi asiento para mirarla en pleno. Primero se trapicò con la Zampoña y luego dos cuequitas de esas que tanto nos gustan a los caminantes y viajeros, su mirada pasò un par de veces por mi sombra, disfrutaba del encanto.
Pasò con el sombrero y llegò a mi bolsillo, saquè hojas enlutadas, siempre quiso recibirlas y yo siempre quise ver sus ojos dicièndolo. Los espejos se enfrentaron en un simple diàlogo que sòlo ellos entendieron, la gente de su lado nunca supo la complejidad del còmplice rutinario, mas nunca fue rutina ni del uno, ni de otra. Sòlo eso.
Se fue hasta el fondo y le cantò a los viejos. La contemplè de lejos como si fuese una pequeña fotografìa en medio de los colores transantiago, gocè todo el taco, el canto en la mano, las hojas empuñadas en la sien. El canto del nadie que ya es mi canto, y el canto de todos que no es mi canto.

2 comentarios:

  1. Siento que sigo en la micro contigo
    Que veo a esa mujer
    "No es que crea en la convenciòn de la belleza caucàsica ni mucho menos, pero a esos ojos sòlo le hacian falta nubes para hacer mundos, agradecidos". NOTABLE
    admirote un montón y te daría un premio a la mejor Hormigapolilla.

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  2. muy weno. adhiero, como el tolueno, a todo lo que dice gloria. aunque mas linda que tu frase es el nombre de ella.
    yaaaa, me pasé. buen texto, lo malo es que yo me bajo aqui. que les vaya bien.
    ah y toma, pasale una gambita a la loquita de las cuecas.

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